Una historia sobre el duelo, el miedo y el acompañamiento


 

Alicia y el puente: una historia sobre el duelo, el miedo y el acompañamiento

Hoy quiero contarte la historia de Alicia, una chica de 17 años que llegó a mi oficina con una mezcla de presunción de fortaleza, tristeza y miedo. Había pasado poco más de un mes desde que terminó su relación con su novio, un chico que consumía drogas y que, como ella misma dijo, “estaba atrapado en ese mundo”.

Alicia intentó muchas veces ayudarlo, lo amaba, pero con una madurez admirable me dijo:
"No estoy lista ni capacitada para salvarlo. Hice todo lo que pude, pero no funcionó."
Ambos aceptaron separarse. Sin embargo, dentro de ella no había paz. A pesar de estar resignada a la pérdida, no podía dejar de pensar en él. Pasaba las noches en vela, no tenía hambre y sus calificaciones comenzaron a bajar. Cada día se sentía más débil.

Sus amigas y conocidos le decían: "Tú puedes, échale ganas", pero esas frases, en lugar de ayudarla, la hacían sentir más sola y más incomprendida.
"¿Por qué no puedo? ¿Por qué no me siento fuerte, si todos me dicen que sí puedo?", me preguntó.

Con Alicia recordé un miedo personal de mi infancia: cruzar puentes peatonales. Lo que para muchos era sencillo, para mí era aterrador. Me temblaban las piernas, cerraba los ojos, sentía que iba a vomitar. Un día, una persona que nunca volví a ver me tomó de la mano y me dijo:
"Ven, camina a mi lado. Yo estoy contigo. Te ayudaré a cruzar. Todo estará bien."
Ese gesto lo cambió todo. No solo crucé ese puente, sino que comencé a cruzar muchos más.

Eso es el acompañamiento tanatológico: caminar al lado del otro, sin empujar ni juzgar. Estar presente.

No podemos minimizar el dolor del otro. Lo que para ti puede parecer pequeño, para alguien puede ser un puente altísimo y aterrador. No es útil decir cosas como:
"¿A poco no puedes? Ya estás grandecita, con todo lo que sabes, échale ganas."
Porque te aseguro: si la persona supiera cómo hacerlo, si tuviera las fuerzas, ya lo habría hecho.

A veces solo hace falta una mano sabia, una palabra oportuna, alguien que guíe con empatía y sin juicio.
En el caso de Alicia, comenzó a recibir acompañamiento profesional. Su familia también se convirtió en una red de apoyo activa, ayudándola a mirar la situación desde otro lugar.

El duelo no se “supera” como si fuera una prueba. Se transita. Se camina. Se atraviesa, como un puente. Y en ese camino, lo más humano que podemos hacer es ofrecer nuestra compañía.

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