El Arte de Soltar

El Arte de Soltar — Una Reflexión Tanatológica

El apego es profundamente humano. En nuestra cultura mexicana, solemos mantener vínculos intensos no solo con las personas, sino también con nuestras pertenencias materiales: prendas, objetos, propiedades, joyas, incluso comida.

¿Quién no conserva en su armario una prenda que ya no le queda, pero que resulta imposible desechar por la carga emocional que representa? Y con el tiempo, cuando al fin nos animamos a soltarla, descubrimos que está dañada o inutilizable.

Con las relaciones ocurre algo similar. Permanecemos en matrimonios que han dejado de florecer, o entre padres e hijos prolongamos etapas por temor a soltar, generando conflictos o distancias. También en amistades profundas, la vida a veces nos exige separarnos, y por no saber soltar, terminamos distanciados en lugar de despedirnos en gratitud.

La tanatología nos recuerda que soltar no significa olvidar ni despreciar lo vivido. Soltar es aceptar que la vida es cambio constante y que retener lo que ya cumplió su ciclo solo nos llena de cargas innecesarias, impidiéndonos avanzar.

¿Por qué temer enfrentar un divorcio cuando ya no hay amor ni soluciones? ¿Por qué retener a alguien en nuestro equipo que sueña con nuevos horizontes? ¿Por qué conservar bodegas repletas de objetos que solo ocupan espacio y energía? No me refiero a recuerdos de profundo valor sentimental, sino a lo que ya está de más.

La vida está en constante transformación. Nada ni nadie nos pertenece para siempre. Nos aferramos por miedo, costumbre o apego, pero el exceso de apego termina por convertirse en un lastre.

Soltar es, en esencia, un acto de amor y de libertad. Es agradecer lo vivido, reconocer cuándo algo ha cumplido su propósito y tener el valor de continuar nuestro camino más ligeros.

No temamos dejar ir lo que ya no vibra con nosotros. Al soltar, abrimos espacio para lo nuevo, lo sano y lo auténtico.

Y, a veces, lo más valioso que podemos ofrecer… es la libertad.

No hay comentarios